Café Banna: Jóvenes que entienden el origen

Alejo: «Café excepcional, conexión sencilla». Porque resume nuestros 7 años de trabajo: buscar lo extraordinario en las montañas de Colombia y entregártelo sin complicaciones.

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Café Banna es un proyecto liderado por Javi, Alejo y su hermano, tres emprendedores colombianos que buscan impulsar una forma distinta de entender el café desde Bogotá. Su propuesta parte de un punto claro: conectar al consumidor urbano con el trabajo real que ocurre en la finca, sin discursos exagerados ni estéticas que distraigan del producto. El equipo trabaja con un enfoque educativo y técnico que proviene de más de siete años de experiencia vinculada a productores, procesos y servicio, lo que les permite traducir la cultura de origen en una experiencia accesible y contemporánea.

La apuesta se sostiene en dos pilares: calidad y claridad. En lugar de romantizar el café colombiano, Banna lo explica, lo contextualiza y lo presenta con la transparencia que exige un mercado cada vez más informado. Esa misma filosofía se extiende a Travesía, su espacio formativo, y al desarrollo de productos elaborados con la fruta completa, que buscan abrir nuevas conversaciones sobre sostenibilidad, trazabilidad y consumo responsable.

Con este enfoque, Café Banna plantea una pregunta clave para la ciudad: ¿qué significa realmente consumir café colombiano cuando se entiende el trabajo detrás de cada grano? La respuesta no se encuentra en la estética del local, sino en la consistencia técnica, el respeto por el productor y la capacidad de comunicar sin convertir la experiencia en un examen sensorial. Aquí, el objetivo es simple: servir un café que represente al país sin filtros innecesarios, con una visión joven que mira al futuro de la industria.

Inicios y concepto

¿Cuál fue la primera idea que dio origen a Café Banna y cómo lograste convertir un concepto de finca en una experiencia urbana?

La idea nació de una frustración y una oportunidad hace 7 años. Con mi hermano veíamos que el mejor café de Colombia se iba del país. La primera «semilla» fue educativa a través de Travesía: queríamos mostrarle a la gente qué era el café de verdad. Banna surge porque esa gente, después de aprender, preguntaba: «¿Y dónde compro esto para mi casa?». Convertir la finca en experiencia urbana no fue traer plantas de café a la tienda, sino traer la historia. Logramos que la experiencia urbana sea sentir la conexión humana: saber quién es el caficultor y por qué ese grano sabe a frutos rojos o a chocolate, tal como si estuvieras hablando con él en su beneficiadero.

¿Qué diferencia a Café Banna de otras propuestas que también buscan conectar al consumidor con el origen del café?

La accesibilidad. Muchos hablan de origen, pero lo hacen desde un pedestal técnico que asusta. En Banna y Travesía nuestro diferenciador es la sencillez. No queremos que te sientas en un examen de química; queremos que disfrutes. Nosotros democratizamos el café de especialidad: conectamos al caficultor con el consumidor sin la barrera del esnobismo.

Después de años inmerso en la cadena productiva, ¿cuál ha sido el mayor aprendizaje al trasladar la cultura de finca al espacio de cafetería?

Que la humildad del campo debe mantenerse en la barra. En la finca, el caficultor te ofrece su mejor café con orgullo y generosidad, no con arrogancia. Aprendí que en la cafetería debemos ser anfitriones, no jueces del gusto del cliente.

Si tuvieras que definir la esencia de Café Banna en una sola frase, ¿ cuál sería y por qué?

«Café excepcional, conexión sencilla». Porque resume nuestros 7 años de trabajo: buscar lo extraordinario en las montañas de Colombia y entregártelo sin complicaciones.

¿Qué tanto del ADN de Café Banna proviene de tus vivencias en finca y cuánto de tu visión personal sobre el café?

Es un 70/30. El 70% es finca: el respeto por el trabajo duro, la paciencia de los procesos y la gratitud por la tierra. El 30% es mi visión personal (y la del equipo) de querer modernizar ese consumo, de creer que el café colombiano merece una marca fresca, joven y transparente que hable el idioma de hoy.

Café de especialidad y origen

¿Crees que existe ego en el café de especialidad y a qué se debe esta actitud dentro de la industria?

Sí, existe muchísimo ego, y creo que nace de la inseguridad y de querer validar el conocimiento a través de la exclusión. A veces los baristas o tostadores creen que saber más datos técnicos los hace superiores al cliente. En Banna luchamos contra eso; el conocimiento debe ser una herramienta para compartir, no para presumir.

Desde tu experiencia, ¿cómo definirías el café de especialidad más allá del discurso comercial o de la puntuación en taza?

Es trazabilidad e intención. Más allá de los 80+ puntos, es saber que hubo una intención deliberada en cada paso (desde la recolección hasta el tueste) para resaltar un sabor específico, y que podemos rastrear ese grano hasta las manos de quien lo cultivó. Es un café que no es anónimo.

¿Consideras que Colombia, como país productor, realmente entiende el valor de su café o aún se vive bajo un relato más turístico que técnico?

Estamos despertando, pero todavía pesa mucho el relato turístico de «Juan Valdez» y la mula. El colombiano promedio aún toma pasilla creyendo que es lo mejor porque es «de aquí». Sin embargo, en estos 7 años he visto un cambio: ya hay un público local exigiendo calidad técnica, no solo folclore.

¿Qué papel juega el productor dentro del discurso del café de especialidad y cómo logra Café Banna reflejarlo sin caer en la romantización del origen?

El productor es un socio comercial, no una figura para causar lástima ni para poner en un póster idílico. Evitamos la «pornografía de la pobreza». En Banna reflejamos su papel pagando precios justos y mostrando su cara como empresarios del agro que son, destacando su innovación en procesos, no solo su sombrero aguadeño.

En un mercado donde el marketing pesa tanto como la calidad, ¿qué debería prevalecer para sostener un proyecto como Café Banna a largo plazo?

La consistencia. El marketing te trae el cliente la primera vez, pero solo la calidad de la taza y la calidez del servicio lo hacen volver. Si el café no es bueno hoy, mañana y siempre, el discurso se cae.

Innovación, producto y procesos

¿Qué decisiones en origen han redefinido la forma en que entiendes el café que sirves en tienda?

La experimentación con fermentaciones controladas. Entender que el café es una fruta y que podemos jugar con su química natural en el beneficio (lavado, honey, natural) cambió mi perspectiva. Ya no busco solo «café que sepa a café»; busco perfiles que desafíen el paladar (vinosos, frutales, florales).

Tienen una línea de productos basada en el uso completo de la fruta del café. ¿Qué mensaje buscan transmitir con esa propuesta?

Queremos transmitir sostenibilidad y respeto total por la materia prima. Con Eat Coffee, queremos romper el paradigma de que el café es solo una bebida; el café es un alimento. El mensaje central es de sostenibilidad radical y respeto absoluto por la materia prima.

Durante décadas, la industria se ha centrado solo en la semilla, desperdiciando la cáscara y el mucílago, que están cargados de antioxidantes y sabor. Con Eat Coffee, transformamos lo que antes se consideraba «desecho» en snacks y barras energéticas.

Esta propuesta busca transmitir dos cosas:

  • Circularidad: No podemos hablar de futuro si seguimos tirando la mitad de la fruta.
  • Justicia económica: Al comercializar la fruta entera, el caficultor obtiene ingresos adicionales por la misma cosecha. Es nuestra forma de decir que valoramos el 100% del esfuerzo que la tierra nos da, no solo la parte que se tuesta.

¿Crees que el café debería considerarse una carrera universitaria en Colombia?

Absolutamente. Involucra agronomía, química, física, economía, catación y hospitalidad. La complejidad técnica es tal que reducirla a cursos de fin de semana a veces se queda corto para la profundidad que tiene la industria.

¿Qué opinas sobre el uso de diferentes leches en el mundo del café?

Son un vehículo necesario. No soy purista extremista. Si una leche vegetal o una leche de calidad ayuda a alguien a acercarse al café de especialidad, bienvenida sea. Eso sí, la leche no debe tapar el café; debe complementarlo. Amplía la experiencia si está bien texturizada y equilibrada.

Si te dijera que el cliente promedio no distingue entre un café de especialidad y uno comercial, ¿seguirías invirtiendo igual en procesos y detalles?

Sí, sin dudarlo. Porque mi responsabilidad no es solo con el cliente, es con el caficultor y conmigo mismo. Además, el paladar se educa. Si sigo sirviendo calidad, eventualmente ese cliente “promedio” notará la diferencia cuando vuelva a probar uno comercial. Es una inversión en cultura a largo plazo.

Percepción, industria y controversias

¿Hay alguna decisión o práctica de Café Banna que el público haya cuestionado o no comprendido en su momento?

Quizá la acidez. Al principio, traer cafés con acidez brillante (cítrica, frutal) chocaba con la idea tradicional del café «fuerte y amargo». Tuvimos que explicar mucho que la acidez es una cualidad, no un defecto. Fue un propósito claro: mostrar la vivacidad del café colombiano.

En los últimos años hemos visto influencers abriendo cafeterías sin experiencia técnica. ¿Crees que esto contribuye o distorsiona?

Es un arma de doble filo. Contribuye a la visibilidad y a hacer el café «cool», lo cual atrae gente. Pero distorsiona si no se asesoran bien y venden humo. Si usan su plataforma para educar mal, hacen daño. Pero si se alían con expertos, pueden ser grandes amplificadores.

¿Cuál crees que es el principal error que cometen algunas cafeterías al intentar proyectar una imagen de “especialidad”?

Centrarse más en la estética del lugar (que sea «instagrameable») que en la extracción de la bebida. Tener una máquina de 15.000 dólares y usar granos viejos o no entrenar al barista es el error más común.

¿Hasta qué punto la búsqueda constante de diferenciación puede volverse una trampa?

Cuando el café se vuelve imbebible para el consumidor común. Si para diferenciarme ofrezco solo fermentaciones exóticas que saben a aceituna o a queso azul, estoy alejando a la gente. La diferenciación no debe sacrificar el placer de una buena taza.

En tu experiencia, ¿qué papel cumple el agua dentro del proceso del café?

El agua es el 98% de la bebida. Es el lienzo. Subestimarla es fatal. Puedes tener el mejor Geisha de Panamá, pero si usas agua del grifo con cloro o con la mineralización incorrecta, mataste el café. En Banna cuidamos el agua tanto como el grano.

Saber más sobre el café de especialidad

Cultura, comunicación y futuro

¿Cómo manejan la relación entre educación y experiencia sensorial para conectar con un cliente que no siempre sabe de café?

Usamos analogías simples. No hablamos de “ácido málico”, hablamos de “manzana verde”. No damos cátedra a menos que nos la pidan. Dejamos que el café hable primero y, si al cliente le gusta, ahí explicamos por qué sabe así.

¿Qué importancia le das al uso de redes sociales en la construcción de la identidad de Café Banna?

Es vital. Es la ventana para mostrar lo que ocurre en la finca. Las redes permiten humanizar la marca, mostrar las caras de Alejo, del equipo y de los productores. Facilitan el acceso, pero no deben simplificar el mensaje al punto de perder precisión técnica.

¿Cómo equilibras el discurso técnico con un lenguaje más accesible?

Traduciendo. Ese es mi trabajo. Tomo la ficha técnica del agrónomo y la convierto en “un café dulce como la panela y brillante como una mandarina”. El rigor está en el proceso interno; la accesibilidad está en la forma de comunicarlo al cliente.

¿Qué aprendizajes te ha dejado trabajar directamente con baristas?

Que son el corazón de la marca. Un barista mal entrenado puede arruinar en segundos el trabajo de un año del caficultor. Invertir en formación y bienestar es invertir en la reputación de Banna.

Si tuvieras que proyectar Café Banna en los próximos cinco años, ¿cuál sería el siguiente paso lógico?

Expandir el modelo Travesía + Banna a otras ciudades o incluso internacionalmente, no como franquicia masiva sino como embajadas de café colombiano. Llevar la experiencia completa —educación, turismo y consumo de alta calidad— a lugares donde aún no se conoce el potencial real de nuestro café.

Preguntas rápidas

¿Una palabra que no soportas escuchar en el mundo del café?

“Gourmet”.

¿Tu mayor contradicción como productor o barista?

Amar la pureza del filtrado, pero disfrutar sin culpa un buen café con leche.

¿Un mito que te gustaría derrumbar?

Que el café oscuro y amargo tiene más cafeína o es “más fuerte”.

¿Qué te sigue sorprendiendo del café?

La variedad de sabores que puede ofrecer una misma planta con solo unos metros de diferencia en altitud o un cambio en el beneficiado.

¿Qué te aburre del café de especialidad?

La actitud de quienes juzgan a alguien por agregar azúcar.

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