Aquellos que sobrevivan a los primeros dos años serán los que entiendan que la comunidad te abre la puerta, pero el producto es el que te mantiene adentro.

Tabla de Contenido:
ToggleLos Influencers empresarios ya no es un concepto marginal dentro del ecosistema digital: es una realidad que está redefiniendo la forma en que nacen muchos negocios gastronómicos, especialmente en el café de especialidad y la pastelería artesanal. Lo que antes era una recomendación patrocinada hoy se transforma en cafeterías, marcas de café, barras de brunch y vitrinas de croissants que capitalizan audiencias previamente construidas en redes sociales.
La lógica es clara. Un influencer no parte desde cero: cuenta con visibilidad, confianza previa y un público dispuesto a consumir aquello que recomienda. En un contexto donde montar una cafetería o una pastelería requiere inversión, diferenciación y una estrategia de comunicación sólida, las redes sociales se han convertido en un activo comercial de primer orden. Para muchos proyectos, la unión entre una figura pública y un tostador, pastelero o socio operativo representa una vía rápida para entrar al mercado.
Sin embargo, esta tendencia plantea preguntas incómodas para la industria. No todos los influencers que lanzan una marca de café o abren una cafetería tienen conocimientos sobre extracción, tueste, materias primas o gestión gastronómica. En algunos casos, el proyecto se apoya casi exclusivamente en la imagen personal y el marketing, transmitiendo la idea de que el proceso es sencillo, inmediato y altamente rentable. La realidad del negocio —costes, formación, errores, desgaste operativo— rara vez aparece en pantalla.
Esto no significa que la participación de influencers sea, por definición, negativa. Existen casos donde el interés es genuino, el aprendizaje es constante y la figura pública asume un rol activo en la construcción del proyecto, entendiendo el producto y respetando el trabajo técnico detrás. También hay ejemplos, especialmente en pastelería, de personas que partieron desde otros ámbitos —como la moda o el lifestyle— y lograron crear marcas sólidas gracias a una comunicación auténtica y a un proceso real de profesionalización.
Este artículo analiza esa dualidad: cuándo la influencia suma valor al café y la pastelería, y cuándo se convierte en una narrativa superficial que distorsiona la percepción del negocio. A través de casos, opiniones de profesionales y experiencias reales, buscamos entender si esta tendencia fortalece la industria o si, por el contrario, contribuye a una visión simplificada que choca con la complejidad del sector gastronómico.
Del influencer al empresario gastronómico
El paso de influencer a empresario no ocurre de forma espontánea. En la mayoría de los casos responde a una necesidad concreta: diversificar ingresos en un entorno digital cada vez más inestable. Los cambios constantes en algoritmos, la saturación publicitaria y la pérdida de credibilidad de ciertos formatos han empujado a muchos creadores a buscar negocios tangibles.
El café y la pastelería cumplen con varios requisitos clave para este salto empresarial. Son negocios con alta rotación, consumo diario y un fuerte componente emocional. A diferencia de otros sectores gastronómicos, permiten construir marca sin depender exclusivamente de la noche, del alcohol o de tickets elevados. Un café de especialidad o una panadería bien comunicada puede funcionar como punto de encuentro, espacio de comunidad y extensión física del contenido digital.
Aquí aparece un elemento central: la audiencia como inversión semilla. Un influencer con cientos de miles de seguidores no parte de cero. Parte con visibilidad, narrativa y una base de consumidores potenciales dispuestos a probar. Esto explica por qué muchos proyectos nacen directamente con una demanda inicial que cafeterías tradicionales tardan años en construir.
No obstante, esta ventaja inicial no garantiza sostenibilidad. La visibilidad atrae, pero no reemplaza procesos, formación ni criterio operativo. En el café de especialidad, donde los márgenes son estrechos y la exigencia del consumidor crece, el tránsito de influencer a empresario requiere algo más que estética y alcance: requiere entender el negocio que se está vendiendo.
El rol de la marca blanca y los socios técnicos en proyectos de influencers empresarios
Una de las estrategias más comunes que utilizan muchos influencers empresarios a la hora de incursionar en el café de especialidad es el modelo de marca blanca (o white label). Este esquema permite que una marca —en este caso la del creador de contenido— comercialice café con su propio nombre aunque no participe directamente en el proceso de tueste y producción técnica.
El modelo funciona así: Un tostador profesional, con conocimiento técnico y acceso a materia prima de calidad, selecciona, tuesta y empaqueta café. Luego vende ese producto a un tercero —el influencer— quien lo comercializa bajo su propia marca.
Este enfoque puede entenderse como una forma de co-branding o alianza operativa, donde cada parte aporta lo que mejor sabe hacer:
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El tostador/proveedor técnico: Experiencia en selección, tueste, perfiles de taza y logística de café.
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El influencer empresario: Capital social, audiencia, narrativa y canales de venta digital.
Desde el punto de vista de negocio, este modelo tiene ventajas claras:
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Reducción de la inversión inicial: No se requiere comprar una tostadora ni licencias complejas.
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Salida al mercado acelerada: No hay que construir reputación desde cero; la comunidad ya existe.
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Flexibilidad operativa: Permite experimentar con perfiles o lotes sin arriesgar mucho capital.
Esto se alinea con lo que muchos analistas denominan Producto Mínimo Viable (MVP): Lanzar una versión funcional del producto con el menor esfuerzo posible para medir la respuesta del mercado antes de escalar hacia una operación más compleja y costosa.
Sin embargo, esta simplicidad operativa tiene sus riesgos si se usa sin responsabilidad editorial ni educativa. Cuando un influencer empresario solo pone su imagen sobre un paquete sin explicar el origen del grano, el proceso de tueste y, sobre todo, sin conocer ese producto a profundidad, el resultado tiende a ser un café desconectado de su historia y técnica real —lo que puede confundir al consumidor sobre lo que significa “especialidad”.

La trampa del marketing: Cuando la estética supera a la taza
“No todo lo que brilla es un buen espresso”
Una de las tensiones más visibles entre los influencers empresarios surge cuando la narrativa visual y estética del proyecto se torna más importante que la experiencia sensorial real. Las redes sociales premian lo visual: paletas de colores, logos sofisticados, cafeterías con decoración estudiada, reels estéticos.
Esto no sería problemático si se equilibrara con un producto sólido. El problema es que muchas propuestas:
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Prioritizan lo que se ve sobre lo que se bebe.
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Abrazan términos como “especialidad” sin proporcionar educación ni contexto técnico.
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Se apoyan en la estética para justificar un precio elevado sin respaldo real en taza.
Un barista con experiencia de más de una década resume este choque con claridad:
“El café de especialidad requiere respeto por el productor, conocimiento de la química del agua y precisión en el molino.”
Cuando el creador de contenido ignora estos fundamentos y reemplaza la técnica por tendencia, la percepción del consumidor se desequilibra. Aparece entonces la ilusión de calidad sin fundamento técnico real.
Esto se ha observado incluso en mercados maduros como Estados Unidos y Europa, donde proliferan cafeterías “instagramables” que atraen tráfico inicialmente, pero enfrentan problemas de consistencia, servicio o calidad sensorial una vez que pasa la novedad viral.
El resultado es que muchos seguidores que comenzaron como consumidores entusiastas terminan frustrados porque la experiencia de sabor no se sostiene día tras día. El marketing puede traer al cliente una vez; solo la calidad lo hace volver.
Casos donde los influencers empresarios sí se formaron y el modelo funciona
No todos los ejemplos de influencers en gastronomía son superficiales o efímeros. Existen casos contundentes donde la transformación de creador de contenido a empresario gastronómico se ha hecho con responsabilidad, y estos modelos demuestran que sí es posible equilibrar comunidad con oficio.
Modelo de aprendizaje y comunicación
Algunos influencers no solo ponen su nombre en el producto, sino que documentan su proceso de aprendizaje. En lugar de ocultar errores o desconocimiento, comparten:
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Visitas a fincas o tostadores
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Formación con baristas o masterclasses
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Pruebas de perfil de tueste
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Visitas a tostadores de referencia
Este enfoque convierte la experiencia del consumidor en un proceso participativo, donde el público no solo compra un café, sino que entiende por qué sabe como sabe. Ese nivel de transparencia humaniza la marca y alinea expectativas con experiencia real.
Ejemplo en pastelería: aprender como parte del contenido
Un caso paralelo revelador es el de una influencer de moda que decidió abrir una pastelería. Su acierto no fue vender croissants por estética, sino hacer visible el proceso de aprendizaje:
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Quemar bandejas
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Errores en fermentaciones
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La búsqueda del ingrediente correcto
Al mostrar su evolución, su comunidad no solo apoyó su proyecto, sino que emergió una narrativa verídica que conectó estética con oficio. El negocio funcionó porque no se quedó en la pose visual; construyó una historia de esfuerzo, mejora continua y técnica compartida.
Este tipo de estrategia editorial —donde la narrativa del negocio se convierte en parte del contenido— define a los influencers empresarios que no solo comercializan, sino educan.

Caso Emma Chamberlain como estructura, no como aspiración
Cuando se menciona a Emma Chamberlain dentro del fenómeno de los influencers empresarios, es habitual que el análisis caiga en la admiración automática o en la réplica superficial del modelo. Este artículo propone lo contrario: utilizar su caso como ejemplo estructural, no como ideal a copiar.
Chamberlain Coffee no se construyó desde el dominio técnico del café de especialidad. Emma Chamberlain no se presentó como barista, tostadora ni experta sensorial. Su acierto fue comprender el café como objeto cultural, no como producto técnico. El valor no estuvo en la taza, sino en el relato, la identidad visual, el lenguaje generacional y, sobre todo, en el timing.
Según Forbes, la marca logró conectar con la Generación Z porque entendió cómo esa audiencia consume café: como una extensión de su estilo de vida, no como una experiencia ritualizada ni académica. El producto se adaptó a hábitos reales —consumo en casa, formatos listos, accesibilidad— y no al discurso clásico del café de especialidad.
Fuente: Forbes – How Chamberlain Coffee Became a Gen Z Brand.
Este punto es clave para entender por qué muchos influencers empresarios fracasan cuando intentan replicar el modelo sin comprender su base. El éxito de Chamberlain Coffee no demuestra que cualquiera pueda vender café, sino que el café funcionó como vehículo de una identidad ya consolidada. La comunidad no compró café por su perfil sensorial; compró pertenencia, coherencia y reconocimiento cultural.
El error frecuente está en creer que el caso valida cualquier incursión influencer en gastronomía. En realidad, demuestra que cuando el producto no es el centro técnico del negocio, la narrativa debe ser impecable. Y eso no es fácil de replicar sin una lectura profunda del mercado.
Redes sociales vs realidad operativa: Cuando el discurso choca con el día a día
Este bloque es uno de los más contundentes para entender por qué muchos proyectos de influencers empresarios no escalan o desaparecen en silencio. Lo que funciona en redes sociales no siempre es viable en operación real.
Reescribiendo la clásica tabla “Desafío / Realidad” en formato narrativo, el contraste es claro:
Tráfico
En redes, el lanzamiento suele ser explosivo. Filas, stories, menciones, visitas constantes durante los primeros días. En la operación real, ese tráfico solo se sostiene con calidad constante. El algoritmo puede empujar una vez; el cliente decide si vuelve.
Costos
Desde la lógica influencer, se priorizan zonas “aspiracionales” porque comunican estatus y estética. En la realidad operativa, los alquileres altos presionan márgenes ya estrechos. A esto se suma un factor ineludible: el costo del grano de especialidad aumenta de forma constante, afectando directamente la rentabilidad si no existe una estrategia clara de precios y volumen.
Personal
En redes, el equipo suele mostrarse joven, estético, alineado con la marca. En operación, el personal necesita formación, estabilidad y liderazgo. La rotación de baristas es uno de los mayores dolores de cabeza del sector. Capacitar, perder talento y volver a empezar impacta directamente en la consistencia del producto.
Narrativa vs proceso
Mientras el discurso digital simplifica el negocio —“abrir una cafetería cool”—, la realidad exige control de inventarios, mantenimiento de equipos, manejo de proveedores y gestión humana. Elementos poco visibles, pero determinantes.
Este choque entre expectativa digital y realidad operativa explica por qué muchos proyectos no fracasan públicamente, sino que se diluyen. Siguen existiendo en redes, pero dejan de crecer como negocio.
La voz del oficio: Qué piensan quienes ya están detrás de la barra y el horno
Para entender el verdadero impacto de los influencers empresarios en el café de especialidad y la pastelería, no basta con analizar casos de éxito visibles en redes. Es necesario escuchar a quienes sostienen el negocio día a día: baristas, dueños de cafeterías y profesionales formados en la industria. Sus opiniones revelan un consenso interesante: el problema no es la figura del influencer, sino cómo y desde dónde entra al sector.
Influencers como aliados, no como atajos
Chanti, de Ombú Specialty Coffee (Barcelona), plantea una postura clara y equilibrada. Para ella, los influencers pueden convertirse en aliados estratégicos siempre que exista responsabilidad y una conexión real con la industria. Su capacidad de amplificar mensajes permite educar y atraer nuevos consumidores, algo valioso para un sector que aún necesita explicar su complejidad.
Sin embargo, introduce un matiz clave: el mensaje debe ser honesto y con fundamentos. El café de especialidad no puede reducirse a una estética atractiva o a una experiencia “instagrameable”. Cuando el discurso se simplifica en exceso, se pierde la oportunidad de contar todo lo que hay detrás del producto: origen, trabajo del productor, técnica y oficio. En este punto, el influencer deja de aportar valor y pasa a trivializar la industria.

El arma de doble filo: visibilidad versus humo
Desde Bogotá, Alejo, de Café Banna, lo define sin rodeos: la entrada de influencers sin experiencia técnica es un arma de doble filo. Por un lado, hacen que el café sea “cool”, atraen público nuevo y generan conversación. Por otro, el riesgo aparece cuando no existe asesoría ni respeto por el conocimiento técnico.
Alejo introduce un concepto central para este artículo: educar mal también es hacer daño. Cuando un influencer utiliza su plataforma para transmitir información incorrecta o superficial, no solo afecta su propio proyecto, sino que distorsiona la percepción del café de especialidad en general. En cambio, cuando se alía con expertos, su alcance se convierte en un amplificador positivo para toda la cadena.
Aquí vuelve a aparecer la diferencia entre influencer y influencer empresario: el segundo entiende que su visibilidad no sustituye el conocimiento, sino que debe apoyarse en él.

Beso de León: cuando la comunidad precede al producto
El caso de Andrea, fundadora de Beso de León Madrid, introduce un matiz fundamental al debate. A diferencia de muchos proyectos que nacen desde la estética o el hype, Beso de León se construyó desde un proceso visible, compartido y honesto con la comunidad.
Andrea estudió moda, pero en el camino descubrió su interés por la pastelería. No intentó ocultar ese tránsito ni vender una autoridad que aún estaba construyendo. Al contrario: documentó el proceso. Desde la creación de contenido para peruanos en España, pasando por la reforma del local, hasta el desarrollo de los postres, la comunidad fue testigo del nacimiento del negocio.
El resultado es revelador: el día de la inauguración asistieron una cantidad inimaginable de personas. No por una campaña publicitaria tradicional, sino porque la audiencia ya se sentía parte del proyecto. Aquí el producto importa —y mucho—, pero la recurrencia nace de algo más profundo: identificación, cercanía y coherencia.
En este sentido, Beso de León guarda similitudes estructurales con el caso de Emma Chamberlain. No porque el producto sea equivalente, sino porque ambos entienden que la narrativa no es un adorno, sino una extensión del estilo de vida que comunican. El café o la pastelería no se presentan como objetos aislados, sino como vehículos de una identidad compartida.

Cuando la narrativa acompaña al oficio
Detrás de Salem Café está Max Pag, creador de contenido especializado en métodos de preparación y cultura del café. En su sitio web y en redes, Max comparte conocimientos, recetas, análisis de equipamiento y recomendaciones para preparar café de forma técnica y didáctica.
Su audiencia —que supera los 85 000 seguidores en redes sociales— no solo sigue sus contenidos por entretenimiento, sino también para aprender a preparar un mejor café en casa. A partir de esa comunidad, Max decidió dar el salto y crear Salem Café, una marca de café de especialidad tostado y distribuido con criterio propio.
La propuesta de Salem Café se basa en un objetivo claro: ofrecer cafés de especialidad con identidad sensorial diferenciada y seleccionados con criterio. El sitio promueve distintos packs de cafés de países como Brasil, Colombia, Costa Rica y Nicaragua, muchos de ellos con puntuaciones en la escala SCA que los posicionan como cafés técnicamente relevantes dentro del perfil de “especialidad”.
Este proyecto no nació de un impulso estético, sino de un proceso de selección y curaduría personal. Según la información pública del proyecto, Max colabora con tostadores profesionales para desarrollar perfiles de tueste que respeten la singularidad de cada lote, aplicando catas sensoriales y pruebas de calidad antes de lanzar cada producto al mercado.
Por otra parte, ofrece suscripción mensual de café y asesorías personalizadas 1 a 1, lo que refuerza la idea de que este es un proyecto que busca educar tanto como vender. Los comentarios de clientes reflejan esa experiencia: muchos destacan no solo la calidad de la taza, sino también el valor añadido de la guía y apoyo que Max comparte con su comunidad.
Salem Café representa una forma estratégica de ser un influencer empresario: Max no solo usa su alcance para vender un producto, sino que convierte su aprendizaje y formación en parte del valor de la marca, articulando comunidad, conocimiento y calidad sensorial de manera integrada.
Preguntas y respuestas rápidas:
¿Qué son los influencers empresarios en el café de especialidad?
Son creadores de contenido que convierten su audiencia digital en negocios gastronómicos, como cafeterías o marcas de café, con distintos niveles de formación técnica.
¿Por qué los influencers invierten en café de especialidad?
Porque es un producto cotidiano, altamente visual y con narrativa aspiracional, ideal para monetizar comunidades ya consolidadas.
¿Tener seguidores garantiza el éxito de una cafetería?
No. La visibilidad inicial atrae tráfico, pero la sostenibilidad depende de calidad, gestión operativa y recurrencia del cliente.
¿Cuáles son los riesgos de entrar al café sin conocimiento?
Generar desinformación, banalizar la especialidad y perder credibilidad una vez que desaparece el efecto novedad.
¿Cuándo un influencer aporta valor real a la industria?
Cuando se forma, colabora con expertos y comunica el producto de manera honesta y transparente.
Nota:
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